Published On: martes, 24 septiembre 2019

WILD. EL VIAJE DEFINITIVO

Categories: Editoriales
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Por Reinhold Messner

En 1914, el aventurero inglés Frank Wild, junto al célebre explorador polar Ernest Shackleton y otros 26 hombres, zarparon hacia el viaje definitivo: atravesar la Antártida. Pero su barco, el Endurance, quedó atrapado en la banquisa antes de que hubieran alcanzado el punto del que iba a partir la expedición. Derivaron hacia el norte durante nueve meses hasta que su casco no pudo soportar la presión del hielo.

En tres botes salvavidas, lograron alcanzar una minúscula isla en la que jamás les hubieran podido encontrar, pues ni siquiera los balleneros conocían el lugar, mientras Europa estaba sumida en la Primera Guerra Mundial.

Cuando Shackleton, junto a otros cinco miembros de la expedición, partió en busca de ayuda en uno de los botes, Frank Wild se quedó en la isla a cargo de los veintiún hombres restantes, bajo una oscuridad permanente y un frío atroz. Fueron el carácter y la inteligencia emocional de Wild las que lograron mantener íntegra la confianza de aquellos hombres en que serían rescatados, tras sobrevivir todo un invierno antártico.

«¿Qué es lo que hace aflorar nuestra capacidad de supervivencia?», reflexiona Messner. «Sigo sin poder explicarme el arte de supervivencia de Frank Wild. Por eso quiero contar la historia de su vida».

Así de oportuno empieza Wild:

¿Dónde, me pregunto, se perdió nuestra confianza? La confianza en los líderes, en la veracidad de las noticias. Y sí, por qué no, también la confianza en Dios que antaño mantenía en pie a los hombres incluso cuando todo parecía perdido.

«Estamos perdidos, todos moriremos si Wild no mantiene alta nuestra moral», leo en una inscripción tallada en la roca del techo de una cueva. ¿La dejaría allí en 1916 Frank Hurley, el fotógrafo de la expedición, cuando las esperanzas de poder regresar a la civilización eran prácticamente igual de difusas que la legibilidad de aquellas palabras grabadas?

Me encuentro en el lugar conocido como Point Wild, en Elephant Island, donde hace cien años dos botes puestos boca abajo sirvieron de único cobijo a veintidós náufragos, a cargo de Frank Wild, mientras esperaban su rescate. Durante cuatro meses. Ahora lo envuelve la niebla, y los cantos rodados que tengo a mis pies están resbaladizos. El ruido del oleaje ensordece el de mi respiración, y en el rugido del viento me parece escuchar el murmullo de aquellos hombres. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Tranquilízate, me digo, y me consuelo recordando que todos fueron rescatados.

El relato de que el único artífice de su rescate fue el gran aventurero Ernest Shackleton pudo deberse a que su travesía hacia Georgia del Sur pareciera más emocionante que el aguante de los que permanecieron en Elephant Island. Pero yo sé que la espera es más dura que la acción. Porque cuando plantas cara al miedo, este se reduce, pero si te quedas esperando sin hacer nada, el miedo crece. El grupo se mantuvo con vida únicamente porque todos confiaron en Frank Wild. […]

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