Published On: jueves, 27 junio 2019

LA TRAVESÍA DE GROENLANDIA

Categories: Editoriales
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Por Fridtjof Nansen

No había elección: «La muerte o la costa oeste de Groenlandia». El sentido común no entraba en los planes de Nansen para atravesar la isla ártica.

Tras ocho intentos fallidos de otros exploradores demasiado prudentes, el joven noruego organizó su reducido equipo humano y técnico en menos de seis meses, lanzando la exploración polar a la era moderna.

Su estrategia: impedir la vuelta atrás, quemar las naves. Al partir desde la deshabitada costa este hacía la habitada costa oeste, eliminaba la posibilidad de retroceder ante un hipotético fracaso, pues, ¿qué haría el equipo volviendo al punto de partida en mitad de la nada? ¿Esperar hasta morir?

Así pues, la única salvación era avanzar.

Muchos no creyeron que su plan fuera a funcionar: «La exploración es como la guerra, hay que prever una retirada, y usted, Nansen, no la tiene», le advirtió Adolf Erik Nordenskiöld.

Visionario para unos, suicida para otros, Nansen ha sido, sin embargo, el único explorador de renombre que no encontró la muerte en los polos y cuyas heroicidades fueron más allá de las regiones árticas, lo que le valió la concesión del premio Nobel de la Paz en 1922 por su labor humanitaria.

Se calcula que, como alto comisionado de la Liga de las Naciones, salvó indirectamente la vida de unos 427.000 refugiados tras la Primera Guerra Mundial. Entre ellos se encontraban, por azar, Igor Stravinsky, Sergey Rachmaninov, Marc Chagall y Anna Pavlova.

Pionero de la teoría neuronal, zoólogo, oceanógrafo, explorador, diplomático y campeón de esquí, entre otras muchas cosas, Nansen alcanzó rápidamente en Noruega la categoría de héroe porque la de los dioses ya estaba ocupada.

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