Por Gonzalo Pernas Frías

Incluso entre quienes no practican deportes de montaña, son términos que el que más y el que menos ha escuchado. La prensa generalista ha ido incorporándolos como reflejo de un mayor interés social, y también la publicidad de grandes superficies, siempre rápida a la hora de detectar demandas crecientes. Además, la pandemia disparó la práctica de actividades y deportes en el medio natural. Un artículo reciente en Efe Verde se refiere a un aumento de senderistas federados del 200% en los últimos doce años, lo que ratifica una tendencia ascendente y reforzada sobremanera tras los confinamientos. Algo similar ha venido ocurriendo con la marcha nórdica urbana, que, cada vez más, es también vía de acceso de más y más personas a los entornos naturales. En resumen, la eclosión de modalidades y practicantes vuelve muy oportuno el definir debidamente cada cosa, dado que frecuentemente se solapan, o se comprenden de manera vaga, incluso por parte de los propios aficionados.

Desde el tiempo de aparición de los primeros clubes de montaña, a principios del siglo pasado, hasta no hace mucho, todo se consideraba “excursionismo”. De hecho, la primera entidad senderista de nuestro país fue el Centro Excursionista de Cataluña, que se fundó en 1876, treinta años antes que el Club Alpino Español (1906), que fue la primera asociación montañista. Este término estaba asociado a la ciencia y la cultura; y por eso se hablaba frecuentemente de excursionismo científico. La idea de excursión se relacionaba con el estudio tanto de los folclores rurales como de la Naturaleza, en lo que era el ambiente previo y fundacional de las prácticas ociosas. Por expresarlo de alguna manera, aquellas actividades, más costosas e incómodas entonces, se orientaban más hacia un conectar que hacia un desconectar, como se dice hoy informalmente, cuando alguien habla de salir de la ciudad.

El trekking, a grandes rasgos

Por trekking se entiende una caminata larga, que frecuentemente requiere varias jornadas y se desenvuelve en un área geográfica relativamente amplia. También puede tener una connotación más aventurera, puesto que no tiene que transcurrir necesariamente por senderos. Hiking, un anglicismo no tan escuchado aquí, viene a referirse a un trekking corto; algo que se hace en el día frente al anterior, que suele conllevar viaje. Otra característica evidente del trekking es que siempre será relativamente pesado, dependiendo de si se desarrolla entre refugios guardados u otros establecimientos, o si implica vivacs. En este último caso se trata de un estilo genuinamente montañero. Además, la relación que se establece con los lugares cuando se hace vida directamente en ellos, es más intensa y profunda que la de las propuestas más cómodas y ligeras.

Lo cierto es que el trekking es casi del todo asimilable por el turismo de Naturaleza. Además, no es un secreto que este tipo de actividades llevan algunos años masificadas tanto a niveles locales como internacionalmente, y en especial cuando transcurren a los pies de las cordilleras más icónicas del mundo. Mucha gente ha oído hablar de trekkings como el del Montblanc o el Campo Base del Everest, o —en nuestro país— de la Transpirenaica o el de los Perdidos. Incluso rutas de litoral que cumplen los requisitos para constituir también uno, se están haciendo cada vez más conocidas. A pesar del reciente crecimiento exponencial, la tendencia no es del todo nueva, y ha servido de acicate para que ciertas figuras de protección de los espacios naturales se refuercen, lo que vendría a suponer la consecuencia más deseable, siempre que no entremos a considerar las posibilidades económicas de las regiones que se benefician de ellos.

Por seguir delimitando conceptos, aunque algunos trekkings incluyan a veces ascensiones, podemos considerarlo una actividad diferenciable del montañismo, por más concernida en recorrer grandes extensiones a pie que en ascender a los puntos más altos. Se puede añadir que, en la práctica, los trekkings suelen conformar propuestas logísticamente adaptadas a la infraestructura disponible, de la misma forma que el Camino de Santiago se vertebra en sus redes de albergues. Las propias definiciones de los diccionarios más importantes hablan de caminar largas distancias por placer, de donde se infiere que las comodidades desempeñan un papel de una cierta importancia. El trekking, pues, está a medio camino entre la aventura y el tour; entre el la socialización y el autodescubrimiento y, por último, entre lo salvaje y lo civilizado.

De qué hablamos cuando hablamos de senderismo

Por senderismo se vendría a entender algo mucho más genérico, y que englobaría toda actividad que se limite a avanzar, ascender o descender sin precisar de habilidades y técnicas propias del montañismo. Respecto a las condiciones invernales, suele establecerse el límite en el uso de raquetas de nieve, lo que asocia el senderismo invernal a valles y bosques y, en algunos casos excepcionales, a zonas de alta montaña despejadas y no muy abruptas. Es interesante comentar que, al menos en nuestro país, el senderismo de grandes grupos está cediendo un tanto ante un paradigma de mayor autonomía, seguramente por la popularización de apps de GPS y por el perfil más deportivo de los practicantes más jóvenes. Es fácil comprobar que la edad media de los clientes de empresas que contratan autobuses es significativamente alta, lo que podría llegar a dar la idea parcial de una disciplina un poco envejecida, aunque lo que realmente ocurre es que las formas se adaptan al presente.

Alguien nuevo en la ciudad: La marcha nórdica

Aunque sea de largo popular en Europa, en España es ahora cuando se empieza a conocer la marcha nórdica. Eso sí, el crecimiento exponencial de su práctica cosmopolita hace que casi todo el mundo la identifique cuando se hace referencia a los bastones. Además de una técnica deportiva específica, la marcha precisa de suelos homogéneos y pendientes suaves, lo que, pensando en entornos naturales, debería circunscribirla a pistas forestales y senderos planos y homogéneos. Desde un punto de vista purista, gran parte del terreno habitual del senderismo no sería del todo apto para una ejecución técnica correcta y, sin embargo, las posibilidades de adaptación de este deporte a la montaña son todo un terreno por explorar. Tan es así que podría suponer una evolución natural del senderismo, o de los trekkings; acabar por generar un nuevo nicho deportivo en plena evolución, teniendo en cuenta que se trata de un deporte relativamente joven.

Distintas disciplinas, una misma galaxia

Hasta aquí el puñado de trazos con los que hemos perfilado el trekking, el senderismo y la marcha nórdica, que en cierto modo son variaciones sobre el mismo tema, puesto que esta última —la disciplina más técnica desde un punto de vista biomecánico— mantiene más sus características en los entornos urbanos y la competición que en los espacios naturales. Eso sí, su origen, relacionado con los entrenamientos estivales de los fondistas nórdicos finlandeses de los años treinta, le otorga un carácter particular. Por lo demás, siguiendo la tónica europea, empiezan a diseñarse circuitos específicos —es decir, marchables en su práctica totalidad— en áreas en las que tradicionalmente se ha venido practicando trekking o senderismo. La verdad es que, coloquialmente, podemos entender los dos anteriores como sinónimos, y la marcha como algo que forma parte de la misma galaxia, dejando las sutilezas para los especialistas. Lo más significativo es que las tres modalidades crecen, y que todo apunta a que lo seguirán haciendo.