DEPORTES DE MONTAÑA Y AVENTURA: EL RETO FRENTE AL ENTORNO

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Por Gonzalo Velasco (@atraves.trail)

Licenciado en Psicología. Cursante de máster en Psicología del Deporte y Ejercicio en la Universidad de West England

Durante las últimas décadas se ha vivido un cambio importante respecto al deporte de aventura en la naturaleza. Aunque hoy en día sea algo que muchos tienen normalizado y que genera interés a gran escala, hace tan solo unos años, aquellos que los practicaban eran personas ´marginales´. Desde los noruegos que a finales del siglo XIX empezaron a practicar el esquí alpino por diversión y deporte, en vez tratarlo exclusivamente como un medio de transporte, hasta aquellos escaladores que abrían vías en El Pájaro y el Yelmo en La Pedriza a finales del siglo XIX, o aquellos alpinistas que en 1961 organizaron el primer viaje de alpinismo español para conquistar los picos del Himalaya. Con el tiempo hemos ido viendo como aquellas actividades que en un principio aparecieron como necesidad en ciertos lugares del mundo, han ido evolucionando hasta convertirse en deportes de ocio y competición llegando incluso a formar su propia economía, conocida como «turismo de aventura» o «turismo activo».

Tal y como los entendemos a día de hoy, los deportes de riesgo o aventura en la naturaleza se caracterizan por ser actividades físicas que generan emociones y sensaciones intensas, se practican en el medio natural, e incluyen cierto grado de incertidumbre y que proporcionan una oportunidad para ejercitar capacidades propias de la persona para minimizar el riesgo, ya sea este real o aparente. Estos deportes no consisten en batir a un oponente, sino identificar y tomar parte en retos que la relación entre el deportista y el entorno plantea (Mackenzie & Brymer, 2020), como, por ejemplo; hacer una vía de escalada que resulte complicada, descender unos rápidos en kayak, o subir un pico en invernal. Todas estas actividades hacen que el deportista tenga que poner en práctica sus capacidades físicas y mentales para minimizar el riesgo y aumentar la posibilidad de éxito de la actividad.

Perspectivas Tradicionales

Tras décadas de dominio por parte de los deportes de competición tradicionales (futbol, tenis, baloncesto etc.) frente a los deportes “extremos” o de aventura, en los últimos años se está viendo como de forma constante aumenta la participación de estos deportes, como, por ejemplo; ciertas modalidades del ski, la escalada, algunas disciplinas del ciclismo, o el montañismo entre otros.

Tradicionalmente, las teorías que se dedicaban a estudiar estos deportes defendían que, tan solo eran atractivos para un porcentaje muy pequeño de la población, personas con unas características de personalidad muy específicas (amantes del riesgo, personas inestables, incapaces de regularse emocionalmente…), ignorando otras posibles motivaciones e ignorando los múltiples resultados que la actividad podía tener en la persona.

Beneficios de los Deportes de Aventura en la Naturaleza

Con el aumento exponencial de participantes en estas actividades (Mackenzie & Brymer, 2020), las teorías tradicionales han ido perdiendo fuerza, y, en consecuencia, nuevas perspectivas están ocupando su lugar intentando explicar estas actividades y a aquellos que las practican.

Estas nuevas teorías están analizando como estos deportes impactan en el desarrollo de las personas. Empezando por los motivadores, que, al contrario de lo que se pensaba hace tan solo unos años, además de la búsqueda de emociones relacionadas con el riesgo y la adrenalina, muchos de estos deportistas están motivados por la búsqueda de control personal, la valentía, el crecimiento personal, la autorrealización, regulación emocional o el logro (Kerr & Mackenzie, 2012).

Ya que, como comentábamos anteriormente, en estos deportes, la relación entre el deportista y el entorno comúnmente supone un reto tanto físico como psicológico, que, cuando se resuelve de manera satisfactoria resulta en sentimientos positivos y de competencia (Brymer & Oades, 2009). Estos retos en muchos casos provocan sentimientos de riesgo, miedo o malestar, que, según numerosos estudios su confrontación puede resultar en mejoras de autoestima, carácter o resiliencia (Ewert & Garvey, 2007; Ewert & Yoshino, 2011; Priest & Gass, 2018).

Según la literatura, aquellos deportistas que participan en este tipo de actividades reportan resultados que incluyen cambios vitales positivos, regulación emocional, mejora de calidad de vida, cumplimiento de objetivos, escape del aburrimiento, exploración de límites personales, conexiones sociales, superación de limitaciones relacionadas con el miedo, mejora de la capacidad física y conexión con la naturaleza (Brymer & Gray, 2010; Willing, 2008; Woodman et al., 2010). Adicionalmente, múltiples programas de actividades de aventura en la naturaleza (como campamentos) reportan encontrar beneficios que se alinean con los mencionados anteriormente, especialmente en programas de larga duración y en participantes jóvenes.

Conclusión

Si se tiene en cuenta esta información además de la ya conocida respecto a los beneficios físicos y psicológicos de la actividad física al aire libre (para más información leer el artículo sobre El Ejercicio Físico como Herramienta contra la Ansiedad – https://fmm.es/ejercicio-al-aire-libre-como-herramienta-contra-la-ansiedad/), podemos entender cómo combinar actividades que estimulan y promueven sentimientos de competencia y mejoran la autoestima, con el ejercicio y la naturaleza, que de por si son promotores del bienestar físico y psicológico, se puedan observar resultados positivos en las personas que lo practican.

Es importante para aquellos que estén involucrados en este tipo de deportes (deportistas, organizaciones, familiares etc.) entender esta nueva perspectiva respecto a los deportes de riesgo o aventura en la naturaleza. Como, al contrario de marginales, y desadaptativas, estas actividades pueden suponer una gran oportunidad para desarrollarse como persona, crecer dentro de un grupo, aumentar en autoestima y motivación, además de cultivar un bienestar físico y psicológico.

Referencias:

  • Brymer, E., & Gray, T. (2010). Developing an intimate «relationship» with nature through extreme sports participation. Leisure/Loisir, 34(4), 361-374.
  • Brymer, E., & Oades, L. (2009). Extreme sports: A positive transformation in courage and humility. Journal of Humanistic Psychology, 49(1), 114-126.
  • Ewert, A., & Garvey, D. (2007). Philosophy and theory of adventure education. In D. Prouty, J. Panicucci, & R. Collinson (Eds.), Adventure education: Theory and applications (pp. 19-32). Leeds, UK: Human Kinetics.
  • Ewert, A., & Yoshino, A. (2011). The influence of short-term adventure-based experiences on levels of resilience. Journal of Adventure Education and Outdoor Learning, 11(1), 35-50.
  • Houge Mackenzie, S., & Brymer, E. (2020). Conceptualizing adventurous nature sport: A positive psychology perspective. Annals of Leisure Research, 23(1), 79-91. https://doi.org/10.1080/11745398.2018.1483733
  • Kerr, J. H., & Houge Mackenzie, S. “I don’t want to die. That’s not why I do it at all”: Multifaceted motivation, psychological health, and personal development in BASE jumping.” Annals of Leisure Research.
  • Priest, S., & Gass, M. A. (2018). Effective leadership in adventure programming (3rd ed.). Champaign, IL: Human Kinetics.
  • Woodman, T., Hardy, L., Barlow, M., & Le Scanff, C. (2010). Motives for prolonged engagement in high-risk sports: An agentic emotion regulation perspective. Psychology of Sport and Exercise, 11, 345-352.